El Arte de tocar: Diálogo con el Músculo, Con el Cuerpo y con la Vida…

Primero hay que tocar el músculo, ubicarlo geográficamente con los dedos, delinear el continente que lo delimita dentro de su espacio y, una vez que lo conocemos, comenzamos a hablar con la persona a través de su tejido muscular.

Tocamos, nos relacionamos y vamos construyendo una relación de confianza, hasta que el paciente nos da la entrada a su Universo. Estamos hablando un lenguaje no- verbal. Dialogamos con las palabras del inconsciente y los pensamientos de las resistencias y de las defensas, hasta llegar a conocer al ser humano que recibe nuestras manos en su cuerpo.

Logramos el contacto, ese contacto maravilloso, ese toque sagrado y celestial, en el que la puerta grande se vislumbra. Vemos y sentimos la energía gritando en la profundidad de unas fibras acorazadas: …“Ayúdame, encuéntrame para liberarme, sígueme tocando para expresarme”…

Escuchamos la Vida atrapada clamando para volver a la Vida misma. Seguimos el surco de una esperanza dormida, esperando a los dedos del corazón que irrumpen en ese espacio hermético y desconocido.

El momento mágico se va dando y el paciente nos entrega la llave para abrir la puerta grande de su interior, en donde, en ese más allá, ella o él se encuentra preso de su historia y de sus propios barrotes diseñados con el cizal y los tejidos de los temores y del pánico. Esos miedos profundos que paralizan la Vida y el flujo del océano del Alma, pero que en lo más recóndito de una célula todavía existe el pulso de la Existencia y el deseo de Ser, de sentir y de expresar lo que se ha guardado tanto tiempo en el Baúl que conserva lo ancestral y el túnel oscuro de una Vida abandonada en el tiempo.

Tenemos en nuestras manos los receptores que se instalan en la punta de los dedos para sentir el llamado por la Vida, el grito de la Esperanza, el deseo de volver a nacer y el eslabón perdido del hilo del destino que traza el sendero humano hacia Dios.

En ese momento, ese ser que se acuesta bajo nuestras manos nos está entregando su Vida. Nos ha dado su confianza y allí estamos comulgando con lo más hermoso de la magia del toque de la sanación. Realmente es una acto sagrado y profundo que nosotros, sólamente con el corazón abierto, estamos capacitados para recibir.

Es el Don que Dios nos da para relacionarnos con el Arte de la sanación a través de las manos.

Necesitamos crecer y madurar para comprender ese regalo de la comunicación. No podemos traspasar los límites de la confianza y romper la Fe que han depositado en nuestras manos. Por supuesto, que el error es una de nuestras grandes enseñanzas y escuela y, fallar con honestidad es la clave para ganarnos la consciencia: ese alimento que nos da el entusiasmo para seguir aprendiendo y reconocer nuestra fragilidad humana.

Seguimos hablando con ese lenguaje silencioso y sagrado del Arte de tocar. Seguimos penetrando en las defensas para finalmente, en elgún instante, en elgún pedazo del proceso, con la llave que nos dieron, poder abrir la puerta grande, la puerta  que da acceso a ese mundo reprimido que estaba enfermando a la persona. Brotan las mareas emocionales y se desajusta lo que ilusoriamente estaba “equilibrado”.

El río sube su corriente y las lluvias incrementan su cauce, que luego se desborda tratando de traspasar las fronteras del olvido, de la desidia, del autoabandono y de la separación más grande y dolorosa que construimos con nosotros mismos.

La respiración que había estado apagada, atrapada bajo las tensiones musculares crónicas y ancestrales despierta!!! Y se posesiona de esa Vida emocional que habla con voz fuerte, a veces suave, con un llanto del corazón herido buscando los brazos del amor escondido y otras veces con un grito desesperado de protesta, lleno de rabia reclamando –con profundidad- el derecho de la Existencia.

El Universo de la persona comienza a dar su luz y la Energía comienza a ocupar todos los espacios orgánicos perdidos. Las células que estaban oprimidas bajo los contratos de anti-vida, comienzan a recuperar el cosmos que se alberga adentro y, una vez que se da ese paso, se inicia el retorno, comienza el proceso de la muerte y la resurrección. Las lágrimas y los gritos viscerales, las voces, la respiración y los movimientos le dan expresión al Ser y la sanación se comienza a dar. Se comienza la limpieza de una vida enturbiada y se inicia un proceso. En ese proceso se restaura el principio ecológico y, poco a poco, las constelaciones quieren volver a pulsar, quieren vibrar con el canto de la Vida, con el placer de amar y con la Fuerza de existir.

El proceso sigue. Sólo el tiempo y el espacio hacen posible rescatar el fuego de la transformación, conectar ese impulso vigoroso que emerge en el diafragma, en el Plexo Solar. Es la Alquimia de la sanación. Es dar el paso definitivo de la muerte a la Vida. Es el momento de aprender a seguir las pautas que da la Vida.

Hay otros ingredientes que se suman al paso del deseo de crecer: uno, y quizás el más importante, es cuando la voluntad del corazón decide crecer y asume el compromiso de decirle  a la Vida. Ya, en este instante, se da lo más importante: la persona, nosotros encendemos la llama, la antorcha para conectarnos y para crecer y así… más nunca abandonarnos, ni más nunca abandonar la conexión con nuestro Impulso Vital, con quienes somos.

La obra se va creando y el paciente, nosotros mismos, dejamos de ser pacientes y finalmente damos el paso hacia la humanidad, nos conectamos y nos vamos quitando los disfraces, hasta abrirse el verdadero escenario de nuestra Esencia.

El crecimiento sigue, los procesos se dan, las emociones nos aturden y conquistamos el planeta del sentir, y cuando sentimos nos volvemos aliados de la Vida. Porque lo peor que nos ha podido ocurrir es que nos acorazamos, nos protegemos, nos defendemos y cerramos el corazón.

Seguimos incursionando y de esas manos que nos tocaron a nosotros, y nosotros con nuestras manos y con nuestros dedos vamos abriendo el verdadero camino hacia nosotros mismos para bañarnos en el mar del autoconocimiento y entonces comenzar a nadar hacia el océano donde nos espera Dios.

Y gracias a nuestro dedos.

Gracias a quien nos dejó tocar su cuerpo

Y gracias a quien nos tocó por primera vez.

Y gracias a Dios por expresarse por nuestras manos.

Y simplemente gracias porque nos iniciamos en el verdadero Arte, el Arte de tocar y de sanar, el Arte de la transformación.

Y dimos el salto hacia nuestra misión: no poseer nada, no bloquear la Energía.

Tócame y yo te toco.

Ayúdame y yo te ayudaré.

Dar y recibir: el principio de la unión y del amor.

Gracias Dios por habernos diseñado las manos

Y gracias por haberlas suspendido en nuestro corazón.

Y finalmente gracias por ser TÚ quien albergas y habitas en la sensibilidad,

En la complicidad, en la sublimidad, en el amor, en el Arte de acariciarnos y en el Arte de dejarnos tocar y de poder tocar a otros con nuestras manos, con nuestros dedos.

 

Alberto D´Enjoy



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